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03-12-2022 / Jokin de Irala

Del enamoramiento al amor

Lo que sientes cuando te enamoras por primera vez es una especie de atracción irresistible por una persona. Es algo pasivo, que no depende de tu voluntad. Es algo que “te pasa”. Te encuentras en esos momentos bajo la influencia de un neurotransmisor que se llama dopamina. La dopamina tiene muchos efectos sobre ti, entre los que podemos destacar la euforia, la desconcentración y la pérdida de objetividad. Es la razón por la cual sueles pensar: “esa persona es perfecta, no tiene defectos”. Además, la dopamina tiene efectos cambiantes, inestables. Por eso, esa persona te puede dejar de gustar enseguida o te pueden gustar varias personas a la vez. Estas sensaciones de atracción y enamoramiento son buenas, porque te llevan a querer una amistad, a querer acercarte a esa persona para conocerla. Son buenas a condición de que no las confundas con el amor. El enamoramiento inicial es posesivo, nos gusta en tanto que nos aporta algo, nos da felicidad y estimula nuestra autoestima. Con cierta frecuencia, se piensa más en uno/a mismo/a que en la persona amada.

El amor es más que todo esto. La atracción inicial puede convertirse poco a poco en amor. Para lograrlo es importante ir conociendo a esa persona saliendo con ella en pareja. Podrás valorar si puedes quererla como es, con los defectos que no veías al principio, a la vez que habrá cosas que podréis mejorar juntos. No olvides que es importante asegurarte antes de que comparte contigo un mínimo de cuestiones importantes. El amor seguirá madurando y, cuando vayas aprendiendo a querer realmente su bien, a superar las dificultades habituales en cualquier relación; cuando hayas madurado la idea del compromiso y, si eres creyente, hayas integrado tu fe en tu relación, llegarás finalmente al amor adulto. Juntos estaréis listos para amar a los demás como “equipo”.

El amor humano adulto es fecundo, es aquel donde dos personas abrazan el objetivo común de querer a los demás. La expresión “fecundidad de la pareja” no significa únicamente tener hijos. La fecundidad matrimonial incluye, de hecho, cuatro aperturas. La pareja “como un equipo” se abre a los demás en cuatro vertientes esenciales:

· Teniendo hijos biológicos y/o adoptando o cuidando a los hijos de otros.

· Viviendo sanas amistades.

· Mejorando la sociedad desde la solidaridad y la participación social.

· Y, finalmente, proyectándose hacia su creador, en el caso de los creyentes.

Evidentemente, cada matrimonio reparte su tiempo entre cada una de estas “aperturas” según su generosidad, sus posibilidades, situaciones y aptitudes personales. Por ejemplo, algunos matrimonios que no logran un embarazo y deciden que la adopción no es una opción para ellos, optan por dedicar más tiempo libre a una asociación civil que beneficia a otras personas, lo que equivale a “cuidar así a los hijos de otros”.

Lo que no cabe duda, al observar la progresión desde el enamoramiento hasta el amor más sólido, es que las relaciones sexuales quedarán más protegidas cuando sean la expresión de un amor maduro y comprometido. Después de, juntos, salir para conoceros, pasarlo bien, hacer el bien a los demás, hablar y construir vuestro proyecto de futuro, habrá crecido un amor más sólido y estaréis listos para la promesa de amor del matrimonio. El impulso de la biología no os precipitará hacia situaciones que frenarían o harían más complicado vuestro crecimiento personal.

¿Te habías fijado en una cosa? La hoja del trébol tiene la forma de un corazón, pero hay tres hojas en un trébol. Es como si representaran las tres vivencias que son importantes en pareja, tres elementos necesarios para conoceros bien: estar a solas los dos, en otros momentos con buenos amigos y juntos haciendo el bien a los demás.

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